Como tú.

Es sorprendente cómo algo tan concreto y medible como el tiempo puede ser también tan relativo. La diferencia entre un minuto disfrutando plenamente y un minuto atrapado en pensamientos tormentosos es abismal. Hoy lo siento en carne propia al ver cómo las arenas del tiempo se escurren entre mis dedos, mientras cometo los mismos errores de siempre: cayendo, una vez más, perdidamente enamorado de una chica de las que siempre parecen ser de "ese tipo", aquellas con cabello brillante, sonrisas encantadoras, aromas inolvidables, miradas penetrantes, rostros de ángel, corazón de piedra y personalidad gélida. 

Me pregunto por qué nunca aprendo la lección. Es como desperdiciar una segunda oportunidad que me da la vida, dejándome llevar por las primeras impresiones. Siempre, ingenuamente, creo que puedo salvarlas de sí mismas. Y con ella no fue la excepción. Me convencí de que era diferente, mientras la llevaba a fiestas, la dejaba bailar, beber, y vivir esa vida que tanto le atrae. Pero solo me engañaba a mí mismo, cayendo en el mismo error que nunca he logrado evitar.

No soy quien para juzgarlas, porque he estado en su lugar y sé que siempre hay algo que nos empuja a actuar de cierta manera. Sin embargo, esta vez me siento atrapado en un ciclo infinito, como beber el mismo vino, solo que proveniente de una botella diferente. Pero es demasiado tarde; ya estoy embriagado, no solo por el alcohol, sino por el aroma a vainilla de su piel, que me aturde aún más. A estas alturas, solo me queda rezar para que no rompa mi corazón en pedazos, como lo hizo la última. Sin embargo, cuando le pedí que no me hiciera lo mismo, ella solo respondió con una sonrisa hermosa y desvaneció mis ilusiones en un instante.

El escalofrío de haber recorrido este camino antes es inevitable, pero lo olvido fácilmente cuando otra llega y me envuelve con sus promesas vacías y su hermoso rostro de princesa. Y así, una vez más, la llevo ante mis amigos, que solo esperarán el momento para sermonearme, decepcionados porque he vuelto a cometer el mismo error de siempre.

En el fondo, anhelo la emoción de lo prohibido, la intensidad de un amor que arde rápidamente pero que nunca se solidifica. Al enamorarme de chicas con corazones de piedra, parece que me atrae la idea de poder ser el único que logre llegar a su interior, como si su frialdad fuera un desafío personal. Sin embargo, en el proceso, me convierto en un espectador de mi propia historia, repitiendo el mismo guion, pero el final de la novela es el mismo, alguien más las enamora, las envuelve y yo quedo sólo con boletos falsos de un viaje de ensueño a la felicidad. Esos boletos no son más que un recordatorio doloroso de las ilusiones que construyo, expectativas que nunca se cumplen.

Qué imprudente he sido, entregando mi corazón a cambio de unos besos con sabor a vino. Y aun así, será suficiente una mirada suya, con ese brillo falso en sus ojos, para que piense en pedirle matrimonio en París. Luego, solo me quedará recoger los pedazos rotos de mi alma y guardarlos en esa vieja maleta, que ya está cansada de llevar siempre lo mismo. Al final, es sencillo: nunca aprenderé la lección, porque siempre me enamoro de chicas como tú.

Inspirado en Fall For Your Type, Drake.


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