Aquel día.

Recuerdo aquel día en que fui a buscarte como si acabara de suceder. Me escoltaba un cielo oscuro, pardo y melancólico, acompañado por una brisa gélida cargada de nostalgia. Iba con la intención de contarte acerca de mi pena más reciente, la causa de mis añoranzas, pues mi alma aún guardaba la esperanza de que tu corazón tuviera noticia del silencio que guardaba mi amor.

Recuerdo aquel día con tanta tristeza... Iba a buscarte, a pesar del presentimiento que me invadía el pecho. Sabías que te quería, pero, por alguna razón que aún busco en mis noches de insomnio, decidiste no darte cuenta. Me dolían tus desaires y miraba con envida la forma en la que lo valorabas, pese a sus mentiras.

Aún hoy me pregunto la razón por la cual me mantuve en silencio ante aquella injustica de la vida. Tal vez no quise que te hiriera el hecho de saber que yo notaba que no eras correspondida, incluso, muriéndome de amor por ti.

Al pensar en aquel día, me parece insólito que hayas tomado la decisión fatídica de partir por sus desdenes inmerecidos por ti. Me pregunto si hubo una razón adicional y por qué resolviste llevarte tus motivos junto con tu adiós. Cuando me enteré no tuve ni un momento para asimilarlo, ni para gritar por el desgarre que afectó a mi sufrido corazón y hoy, al contarlo, me atraganto con mi confesión inútil pues ni siquiera se sabe del paradero del culpable material de un destino sumamente cruel. Mi alma sufría en absoluto silencio al ver tu entrega incondicional a alguien que sólo se reía de tus sentimientos, pero aunque mi voluntad se hubiese quebrantado jamás habría podido decirte acerca de tu suerte final. Sin embargo, confío en que ahora que puedes conocer mi conciencia lo podrás comprender.

Ese fatídico día en que fui a verte, la tarde se oscurecía de una forma tan sombría que erizaba la piel con solo mirar hacia arriba. Quizá el mismo aguacero inclemente quería evitar que viera esa escena que eventualmente rompería mis ilusiones. El presagio era tan desolador que, cuando te vi, te encontrabas durmiendo ese sueño de aquellos que aspiran despertar en lo eterno. Mi intención al verte fue desahogar mi pecho, aún sabiendo que era un imposible cambiar tus sentimientos, a pesar de tu sufrir y tu acción. Supongo que tu alma no resistió los constantes desprecios, engaños y tomó la decisión de volar a escondidas guardando el secreto por siempre.

Aún hoy me pregunto la razón del destino por la cual decidió que el tiempo se robara tu juventud y no la vida, la felicidad y los buenos momentos. Hoy me despido deseando que donde quiera que estés, seas lo que aquí no pudiste ser. 

Inspirado en El Verdadero Culpable, Diomedes Díaz & Juancho Rois.

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