Despedida.

Ya nunca jamás tendrás fe en mi. Esa es la razón por la cual hoy me he venido a despedir antes de emprender un viaje por carretera que conduce a un lugar lejos de aquí. 
Tal vez, luego de esto, no querrás volverme a ver.

Me entristece que hayas perdido noches pensando en mí, que hayas perdido tu actuar bienintencionado. Sé que querías darme lo mejor, pero yo he decidido sufrir la tristeza que se siente cuando no estás cerca.

Ojalá algún día yo pueda comprender lo que significa ser una persona leal y que dar es mucho mejor que recibir. Sé que tú no pusiste un punto final, pero la realidad es que no eres dueña de mi ser, por ende, no puedes controlar mi mal comportamiento y no tienes que cargar con la culpa y el dolor de mis acciones. 
Espero que la vida no me haga aprender, de forma cruel, el valor inconmensurable del amor que acabo de perder.

Posterior a esta despedida, seguramente conduciré por la noche en las carreteras llenas de la tranquilidad entristecedora que trae la soledad cuando no es querida. 
Es probable que el sentimiento de desamparo me haga pensar cosas que pude decirte en este momento y no habré  mencionado por un olvido abominable de la memoria. 

Sé que la luna me acompañará y me traerá recuerdos que penetrarán a mi corazón como puñaladas llenas de brutal sevicia. 
En ese momento, quizás el destino mismo quiera hacerme pagar con más dolor el hecho de haber dañado tu buen corazón y haga que suene en la radio esa canción, la que bailamos tantas veces, la que decías que te hacía pensar en mi y hasta la lluvia eterna de esta ciudad caerá en mi ventana, pero se evaporará cuando sienta el ardor abrasador de mi dolor.
Las luces de los autos brillarán como las estrellas en el siempre funesto cielo capitalino, los paisajes oscuros de la sabana irán pasando mientras yo seguiré acelerando evadiendo el impulso de volver y buscarte como un loco. 

Tal vez pasen horas, días, meses o años, pero siempre miraré a la luna preguntándole en dónde estarás, si todavía me piensas y si todavía te queda tan sólo una pizca de amor por mi.

Seguiré manejando, incluso, hasta cuando salga el sol. No te mentiré; es altamente probable que a esa hora de la madrugada lo diera todo por estar en tu habitación. Quizá el impulso de llamarte le gane a mi indomable fuerza de voluntad, pero será mejor que no respondas, para que así mi confesión de melancolía la escuche el correo de voz, al cual le diré que te extraño, que eres tu toda mi vida, que me ahogo en el sufrimiento, que no quisiera aceptar que termine esta historia tan bonita, esta historia de los dos, pero es mi deber asumir mis errores y ser consciente que ya para ti no soy lo mejor, que no hubo nadie externo que me separara de tus caricias, que simplemente fui yo actuando sin responsabilidad afectiva, que mi destierro nos vendrá bien a ambos, pese a que ahora no lo comprendamos.

Tal vez pasen horas, días, meses o años, pero siempre miraré a la luna preguntándole en dónde estarás, si todavía me piensas y si todavía te queda tan sólo una pizca de amor por mi.

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