Historias perdidas.

Puede que lo escrito en estas palabras sean las historias a la que jamás he podido darles una explicación, porque siempre que trato de hablar de ellas surge un vacio profundo en mi corazón que no logra ser llenado.

Tal vez se deba a ese día evocador, el día que fue la última vez que nos vimos, ese mismo en el que ella me dijo que ya no sentía el mismo amor de cuando todo comenzó y desde entonces he sentido la dureza y la frialdad de mi alma fallecida.

Pero ya me habría ido cuando todo el suelo debajo mis pies se destrozó, cuando todo se vino abajo, cuando todo terminó con un adiós, pero a decir verdad, era inevitable ese resultado, sólo era cuestión de tiempo para que sucediera, de una u otra manera me encontraba esperando ese momento, de una u otra manera sabía que todo aquello iba a pasar, que me iba a quedar en medio de la nada.

Quizás lo que está escrito en estas palabras son los recuerdos del pasado que no puedo cambiar, aquellos que permanecen dando vueltas en mi mente y me hacen sentir arrepentido de todo lo que hice o dejé de hacer, aún no sé qué hice mal. Estos recuerdos son mi propia condena, mi propia prisión.

Pero tengo fe en el futuro, fe en el mañana, tengo fe en que la luz del sol brillará con más fuerza iluminando todos esos pensamientos oscuros. Aunque en el fondo sé, y me traiciona mi mente por creer que jamás podré recuperar todos los fragmentos de mi corazón que he perdido con el transcurrir del tiempo.

Pero ya me habría ido cuando todos esos pensamientos fueron borrados porque fui libre al saber que no es bueno aferrarse al pasado con el sentimiento inútil de querer cambiarlo, más bien lo que se debe hacer es aprender de él y evitar todos los errores que condujeron al fracaso.

Y he esperado toda mi vida aquella sensación de libertad para no verme atado a ningún fantasma de antaño, porque me di cuenta que correr hacia el pasado con la intención de cambiarlo es el equivalente a correr tratando de perseguir las nubes.

Esas son mis historias perdidas, las que quisiera dejar olvidadas en los confines del espacio, las que empiezo a escribir pero nunca termino o las que escribo pero arrojo al olvido con la intención de no recordar jamás, pero por más que trato siempre termino pensando en ellas toda la noche. Son mi propia condena, mi propia prisión y a la vez la puerta que me conduce a un día evocador donde creo con ilusión que todo tiempo pasado fue mejor.

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