La cita sagrada.

Anoche sonaron las campanas del cielo llamando a una persona muy joven, con muchos sueños por realizar, que siempre tenía una sonrisa, pero sobre todo con muchas ganas de vivir y seguir adelante a pesar de las dificultades. Ella era una mujer emprendedora, pero ante todo, una luchadora de la vida, digna de admirar.

Cuan frágiles somos los seres humanos, cuan corto es nuestro paso por la tierra...

Incluso el día ha estado nublado, como si compartiera la tristeza de quienes la quisieron, ni siquiera el sol salió, como si sintiera el dolor de su partida y el cielo llora consternado por su despedida.

Poco a poco el otoño hace caer las hojas del árbol de la vida, pero, como seres humanos, nunca estaremos preparados para enfrentar la muerte de un ser querido. 
Es doloroso tener que decir un adiós por última vez, pero reconforta la idea de saber que aquél ser querido se encontrará en un lugar mejor y que asistió a la cita sagrada con Dios, a la cual todos debemos ir.

Cuando ves a alguien que quieres a los ojos, puedes apreciar en la sinceridad de su mirada el cariño que esa persona tiene para contigo, pero cuando la observas por ultima vez por tu mente nunca pasa la idea de que aquél ser amado debe partir a tocar la puerta de San Pedro.

Tal vez las olas del mar comprenden cuando han de llegar a la orilla para cumplir su ciclo, quizás las aves emprenden su vuelo porque saben en que momento deben hacerlo, así también Dios llama a las personas en el momento que él cree conveniente.
Probablemente caminamos por la vida y nos despedimos de la gente sin saber que esa puede ser la última ocasión en la cual le demos un adiós. 

Lo único que nos queda son los recuerdos, la felicidad que nos brindaron, los momentos compartidos y las sonrisas que nos regalaron, sonrisas que quedaran inmortalizadas en nuestro pensamiento. 
Nada llenará el vació que esas personas dejan, nada quitará el dolor que nos causa saber que ya no volveremos a ver a quien queremos, pero debemos ser agradecidos con el destino por habernos dado la dicha de conocerla, de vivir tiempo a su lado, de darle un abrazo.

Es difícil entender los designios divinos, se siente como si se hubiesen robado un trozo de nuestras vidas, el corazón siempre correrá tratando de alcanzar a esa persona y hablando el alma se destroza pero recordando con amor se alivian las penas.

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