Vicios.

Toda mi vida estuve convencido de que cuando las personas se referían a vicios hablaban de drogas, cigarrillos, alcohol o incluso juegos de azar, pero decía ingenuamente que nadie era realmente adicto a este tipo de cosas, pensaba que cualquier persona con estados de dependencia podía alejarse de su vicio en el momento que quisiera, creía que todo era cuestión de voluntad.

Ahora me paso pensando en lo equivocado que en algún momento estuve. Por mucho tiempo critiqué a todas las personas que tenían algún tipo de adicción sin imaginarme que ahora yo también soy un adicto, pero no soy adicto a ninguna de las cosas que anteriormente mencioné pues mi vicio es por una mujer, por su mirada y por su innegable belleza.

¿Alguna vez les he contado lo bien que se siente estar con ella? Es como si todo a mi alrededor perdiera importancia y es en ese momento cuando ella es lo más relevante para mi vida, es como si no escuchara más que solo su voz, como si no viera nada más que sus bellos ojos, como si no quisiera sentir nada más que su piel al contacto con la mía y es justo allí cuando creo ciegamente que quiero estar el resto de mi vida con ella. 

Quizás soy un adicto a ella y aunque ahora lo acepto, por momentos niego todo lo que siento, no quisiera quedarme solo en un mundo donde ella es todo lo que necesito para sentirme vivo y feliz, para sentir que mi vida tiene un propósito que es estar a su lado hasta la vejez, compartiendo con ella mi instancia por el camino del destino, cumpliendo el sueño que he tenido desde niño.

Tal vez el vicio de muchos son las drogas, los cigarrillos, el alcohol, incluso, los juegos de azar, pero mi adicción va más allá de algo de este mundo pues mi dependencia es hacia unos ojos que me hipnotizan cuando me miran, unos labios que endulzan mi vida cuando me besan y un rostro angelical que me hace sentir en el cielo cada vez que le contemplo. Mi vicio es soñar que su alma y la mía se entrelazan haciéndose solo una para la eternidad y es algo de lo cual simplemente no me puedo alejar.