Un brindis por ti.

Has llegado antes de lo esperado aunque ya me había preparado para tu llegada.
Toma asiento, compré una botella de Chateau Margaux, un vino de Burdeos muy costoso pero exquisito, te serviré una copa. 
Deseo brindarte lo mejor en esta nueva visitar que haces a mi vida.

Para empezar, quisiera darte las gracias por estar aquí, me alegra inmensamente que hayas asistido a nuestra reunión.
Has estado conmigo, acompañándome en momentos difíciles y observándome desde la distancia en mis momentos de gloria. Permaneciste a mi lado mucho más tiempo que aquellos para los cuales siempre estuve pero que hoy no están para mi.

Confieso que al principio, cuando aún era un niño y poco había vivido, odiaba saber que tu llegada era inminente, detestaba tu presencia en el lugar donde hoy tomas asiento.
Era más agradable la compañía de otras personas y aunque en efecto es así, con el paso del tiempo he aprendido a convivir contigo y a disfrutar de tu presencia, pero en el pasado huía de ti, corría de manera desesperada por los grandes pastizales que por la ventana ves. 

No quería saber nada de ti.

No te ofendas por lo que he dicho, a decir verdad es muy reconfortante tu presencia, cooperas en los reencuentros conmigo mismo. Por estos días un sinnúmero de cosas nos alejan de nuestra identidad, de nuestras raíces, de lo que somos y nunca podremos esconder, por esta razón estaría muy bien que te quedaras estos días en mi casa. Tu estancia aquí siempre colabora de gran manera a que pueda reorientar mi camino y aclara la dirección hacia la cual las corrientes del río de la vida me dirigen.
Me has ayudado a crecer y en cierto sentido nos parecemos más de lo que a simple vista se puede notar.

En agradecimiento a todo lo que hiciste por mi, a la gran estima que tengo por ti y por lo complacido que estoy, me permitiré hacer un brindis en tu honor, porque no quiero tenerte siempre en mi vida pero me haces una muy buena compañía.

Gracias, querida soledad.

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