El perdedor.

Un ladrón entró ayer a mi casa, entró sin que nadie se diera cuenta, ni siquiera las cámaras de seguridad notaron su presencia. 
Este hombre no se llevo ninguno de mis caros relojes, tampoco tomó las llaves de mi auto que estaba afuera, incluso, no sustrajo mis cadenas de oro pero robó algo aún más importante para mi: El corazón de la mujer que amo.

No es la primera vez que esto me sucede, ya son varias las ocasiones en las que mis sentimientos son arrojados por la borda del barco justo cuando el viento estaba a mi favor, cuando creía ir en la dirección correcta, cuando todo era perfecto. 
Ahora otra persona usurpa lo más relevante para mi vida, usurpa el amor de la chicas más importante para mi, el amor de quien era gran parte de mi mundo. 
Desde hoy no creo más en el amor. Así que Cupido, vete de aquí, no quiero que me molestes más.
Me siento traicionado, alguien robó su corazón y mis ilusiones se rompieron por completo. Nunca había sentido un dolor tan fuerte entre mi pecho. 

Cuéntame como te besa, me gustaría ver si el amor con el que dice quererte es tan fuerte e incondicional como el mío lo fue. 
Grita al mundo que lo nuestro acabo, que sin mi estás mejor. 
Estoy seguro que cuando él toca tu cuerpo piensas en mi, porque soy la única persona que te entregó todo, hasta el alma.
Sobre todo dile, por favor, que lo odio, que lo detesto por tomar ese corazón que creía me pertenecía.

Los momentos felices vienen a mi memoria, lastiman a mi ya triste pensamiento haciendo que este mortifique más la poca estabilidad que tengo.
Ya no quiero hablar, ya lo dije todo, los hechos dieron su veredicto. 
No quiero pensar de nuevo en recuerdos del ayer que solo me arrebatan las ganas de levantarme de la cama al iniciar el día.

Es este el momento en el cual va todo al ganador, a quien jugó mejor, a quien se llevó el premio mayor, a quien me hurtó todo.

Me verás solo por ahí, con la cabeza baja, tocando la canción que te dediqué hace ya unos años y buscando en el horizonte un nuevo camino para seguir escribiendo mis canciones, con la pequeña esperanza de que alguien se enamore de de ellas algún día.

No debí soñar con un amor tan puro que no estaría siempre para mi, no debí depositar mi confianza a ciegas.

Los dioses por placer eligieron sin querer sus dados que al rodar por la mesa marcaron y eligieron el destino que nos corresponde. 
Tal vez fue su designación que hoy todo fuera así, me toca a mi perder, ¿qué le puedo objetar a su decisión? 

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